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martes, 30 de septiembre de 2014

El Cabrero de Extremadura



                             


RESTAURANTE LAS VEGAS




Poesía. 


                   EL CABRERO     

             Por el cinco de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero
a la ventana fría.



Y encontraban los días,

que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.



Nunca tuve zapatos,

ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.



Me vistió la pobreza,

me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.



Por el cinco de enero,

para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.



Y al andar la alborada

removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.



Ningún rey coronado

tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.



Toda la gente de trono,

toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.



Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.



Por el cinco de enero,

de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.



Y hacia el seis, mis miradas

hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.